LAS LENGUAS ROMANCES

ANA LUISA MORÁN

El castellano, una lengua romance.







Se denominan lenguas romances, también conocidas como lenguas románicas, aquellas derivadas del latín vulgar. Las lenguas romances se encuentran dentro del tronco indoeuropeo, la mayor familia de lenguas del mundo. Dentro de las lenguas románicas encontramos, tanto lenguas muertas, es decir, que ya no se usan, como pueden ser dialectos medievales o el propio latín vulgar; y lenguas vivas y actuales.

     Entre estas últimas encontramos el castellano, francés, italiano, portugués, catalán,  gallego o rumano. Así pues, el español, al igual el italiano o el francés, no proceden del latín culto, sino que su origen se remonta al latín vulgar, es decir, al latín hablado y popular. Con el Imperio Romano, el latín llegó a varios puntos del mapa europeo, creciendo del mismo modo que las conquistas romanas. Su expansión hizo que el latín se instaurase en numerosos reinos, mezclándose con los distintos idiomas autóctonos y creando numerosos dialectos. Puesto que aquellos que iban conquistando las nuevas ciudades lo que hablaban a menudo era el latín vulgar, fue este el que los habitantes aprendieron, y no el latín culto.

Además, con el fin del Imperio Romano y la llegada de otros imperios como el germánico, numerosas poblaciones quedaron aisladas, haciendo que estos nuevos dialectos del latín fuesen evolucionando más y más hasta convertirse en los idiomas de hoy en día. Sin duda, el estudio de la evolución y el origen de las lenguas es primordial para poder dominar los idiomas de hoy en día y conocer todos los cambios que la cultura y la tradición han traído consigo hasta el tiempo presente.  






La división de las lenguas romance es debatida. Se pueden distinguir dos grandes ramas, la oriental, con el rumano, y la occidental, que agruparía a todas las demás, aunque hay quien le otorga al sardo una rama propia, el romance meridional. El romance occidental se divide en el italo-dálmata —con el italiano y sus variantes del sur de la península— y el galo-ibérico, al que pertenecen el véneto en el norte de Italia, el rético, el francés, el occitano-catalán y el ibérico, representado por el castellano y el portugués. La influencia mutua entre muchos de estos idiomas ha creado asimilaciones de manera que a menudo es difícil asignar una variante a uno u otro tronco.

El grupo de idiomas románicos se caracteriza por una amplia variedad de evoluciones fonéticas, pero un vocabulario en gran medida común a todos. De ahí que es relativamente fácil acostumbrarse a la lectura de una lengua romance desconocida —con pocas horas de práctica, un texto en sardo o italiano puede ser someramente inteligible para un español o portugués— pero es mucho más difícil entender a la primera un habla local, incluso cuando forma parte de la misma rama lingüística: una conversación entre sicilianos no se entiende en Roma e incluso el habla andaluz puede alguna vez ser difícil de entender para un español del norte.





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